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El ser humano ha ido evolucionando a lo largo de toda su trayectoria como especie en nuestro planeta, vislumbrando nuevos horizontes con cada gran cambio. Vivimos en una era crítica en este sentido, porque parece que de nuevo se está abriendo un punto de inflexión que nos llevará mucho más allá, gracias a las tecnologías. Las inteligencias artificiales, el desarrollo de Internet, todo esto está dando lugar a algo verdaderamente novedoso, un cambio de paradigma. Para muchos es un adelanto increíble. Para otros, un paso más hacia la pérdida absoluta de nuestra propia esencia. Esa misma que nos ha llevado hasta aquí, pero de la que solemos renegar. Nuestro instinto animal cada vez parece más perdido, algo que por otra parte es comprensible, después de tantos milenios de evolución. Sin embargo, eso también puede llevarnos a un final inesperado, por dejar de adaptarnos al entorno en el que vivimos, por más que creamos controlarlo.

El sexo es un buen ejemplo de esta evolución y de su función como arma de doble filo. Encontramos que el placer sexual se ha considerado prohibido y vulgar, al menos socialmente hablando, hasta hace tan solo unas décadas. Es un concepto que ha ido cambiando, claro está, ya que muchas otras civilizaciones antiguas no tenían reparos en disfrutar por completo del sexo en sí. Sin embargo, la religión impuso, a través de su moral, el objetivo único que el sexo debía tener, como función reproductora. El placer debía quedar en un segundo plano, al menos de cara a la galería. Esto también ha ido cambiando, y hoy en día, por fortuna, el placer puede ser el único objetivo que busquemos en una relación sexual. Disfrutar de él con nuestra pareja, o con alguien que acabamos de conocer, despierta en nosotros algo atávico, profundo y casi inexplicable. Algo que desde luego, supone un regreso, al menos parcial, a nuestro instinto más animal. Cuando estamos teniendo sexo, la bestia que vive en nosotros regresa en todo su esplendor, especialmente a través de determinadas posturas que, de hecho, cuentan con nombre de animal. La más popular es, sin duda, la del perrito.

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Una pose muy habitual en el sexo

Hablar de la postura del perro es hacerlo de una de las favoritas tanto de hombres como de mujeres, por todo lo que implica. Por lo pronto, es salirse del habitual misionero, una postura que está muy bien pero que puede llegar a aburrir en cierto punto. El sexo no está para ser disfrutado de una sola forma, como ya hemos podido comprobar en el Kama Sutra. Allí, por cierto, la postura del perro es conocida como la unión de la vaca, dotándola incluso de un halo aun mayor de misticismo, por el matiz sagrado del animal en la zona de la India. Según estadísticas, el perrito o la postura de cuatro patas es la favorita para más de un 28% de los hombres, por razones que ahora iremos desgranando más en profundidad.

Su origen animal

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Una de las fascinantes funciones del ser humano es comprobar cómo hemos ido evolucionando a través de la transmisión del conocimiento, normalmente por el lenguaje. No hablamos solo de la tradición oral, aunque es el principal vehículo para ello. Nos referimos también a la forma en la que, a través de tratados, dibujos y símbolos, las civilizaciones han ido dejando su huella en nuestro mundo. Así, la asimilación de ciertas posturas sexuales con nombre de animal se ha hecho tremendamente popular, primero por estar bien escogida y segundo por su necesidad real. El ser humano no solo necesita aprender a realizar una postura durante el coito, sino que para conseguirlo, la etiqueta y le pone un nombre fácil de recordar y que alude directamente a la postura.

En el caso del perrito, el  origen parece bastante claro. Esta postura se basa en la forma en la que los perros montan a sus parejas, con el macho subiéndose a la parte trasera de la hembra para penetrarla desde la espalda. Es una posición común para muchos cuadrúpedos, de hecho, algo que no ocurre tanto en los bípedos como  nosotros. Sin embargo, la popularidad de esta postura ha permitido que sea una de las más populares a estas alturas. Algunos antropólogos incluso aluden a la necesidad de protección que ofrecía esta posición sexual frente a otras. Era mucho más segura, por ejemplo, si venía un depredador hacia nosotros durante el acto. Esto es algo que hoy importa poco, pero que en su momento podía llegar a ser crucial para subsistir.

Un poco de historia

La posición del perrito es seguramente una de las más antiguas de las que se tiene constancia. Aparece ya en registros milenarios, en vasijas y mosaicos explícitos, que no eran tan habituales en la época. Son suficientes, al menos, para permitirnos entender que esta postura podía ser una de las más habituales en aquel momento, por los beneficios que ofrecía para la seguridad y la pasión de los amantes. Estamos hablando de una época en la que el ser humano conservaba un instinto animal mucho más desarrollado que en la actualidad. Es obvio que, ante la ausencia de otros referentes, los hombres de aquella época tomaran ejemplo de las propias bestias, y las imitaran a la hora de tener sexo. Es algo que hoy en día nos puedo parecer bastante forzado o agresivo, pero no hay comparación posible.

La historia de la postura del perrito pasa por prácticamente todas las civilizaciones. Desde aparecer en el Kama Sutra como unión de la vaca, perfectamente explicada con todo lujo de detalles, hasta su popularidad en la Antigüedad entre griegos y posteriormente romanos, donde era habitual practicarla en las bacanales y orgias de la época. La posición es, por supuesto, la más cómoda también para practicar sexo anal, lo que ayudó igualmente en su momento a estigmatizarla. Es por ello que durante muchos años se convirtió en una de las más perseguidos, hasta el punto de que hoy en día sigue estando prohibida en Washington D.C. Claro que es complicado comprobar que no hay una sola pareja que no la lleve a cabo…

Beneficios de esta postura

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La postura del perrito ha pervivido como una de las favoritas tanto para hombres como para mujeres por una sencilla razón: es muy disfrutable. Si su origen tenía que ver con el sentido de pervivencia y protección, actualmente nos recuerda ese punto animal y salvaje que tenemos en mente cuando estamos en pleno encuentro sexual. Es una posición que provoca mucho placer a la chica, y que ayuda también al chico a penetrarla mucho mejor. Es cierto que no hay tanto contacto físico, ni tampoco visual, pero eso también ayuda a que el placer sea como más intenso y fogoso. Igualmente, hay que tener precaución a la hora de realizarlo, sobre todo si nos venimos demasiado arriba y apretamos mucho el ritmo. La mayoría de hombres que llegan a Urgencias con rotura de pene reconocen haberla sufrido realizando la postura del perrito.